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Mª Auxiliadora

MARÍA AUXILIADORA, NUESTRA PATRONA

Hablar de María Auxiliadora, nuestra patrona, es hablar del auxilio de los cristianos, de hecho haciendo un poco de historia observamos que su devoción se remonta al año 345 en Constantinopla, donde San Juan Crisóstomo fue el primero que llamó a la Virgen María con el título de “Auxiliadora” ( ” Tú, María, eres auxilio potentísimo de Dios”). Unos años después San Sabas en el año 532 narra que en Oriente había una imagen de la Virgen que era llamada “Auxiliadora de los enfermos”, porque junto a ella se obraban muchas curaciones. No obstante, hay que esperar al año 749 cuando San Juan Damasceno propagó por primera vez la jaculatoria: “María Auxiliadora, rogad por nosotros”.

Unos siglos después, en pleno siglo XVI, en el año 1572, el Papa San Pio V ordenó que en todo el mundo católico se rezara en las letanias la advocación: María Auxiliadora,  Auxilio de los cristianos, ruega por nosotros”. Curiosamente este Pontífice nació en un pueblecito llamado Bosco, y más tarde San Juan Bosco, será el propagandista de la devoción a María Auxiliadora, como luego indicaremos.

Finalmente fue el 9 de junio de 1868, cuando se consagró en Turín, Italia, la Basílica de María Auxiliadora. La historia de esta Basílica es una cadena de favores de la Madre de Dios; su constructor fue San Juan Bosco, humilde campesino nacido el 16 de agosto de 1815, de padres muy pobres. A los tres años quedó huérfano de padre. Para poder ir al colegio tuvo que andar de casa en casa pidiendo limosna. La Santísima Virgen se le había aparecido en sueños mandándole que adquiriera “ciencia y paciencia”, porque Dios lo destinaba para educar a muchos niños pobres. Nuevamente se le apareció la Virgen y le pidió que le construyera un templo y que la invocara con el título de Auxiliadora. Empezó la obra del templo con tres monedas de veinte centavos. Pero fueron tantos los milagros que María Auxiliadora empezó a hacer en favor de sus devotos, que en sólo cuatro años estuvo terminada la gran Basílica. El santo solía repetir: “Cada ladrillo de este templo corresponde a un milagro de la Santísima Virgen”.

Desde aquel santuario empezó a extenderse por el mundo la devoción a la Madre de Dios bajo el título de Auxiliadora, y son tantos los favores que Nuestra Señora concede a quienes la invocan con ese título, que ésta devoción ha llegado a ser una de las más populares.