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DESCUBRIENDO A JORGE JUAN: del Fondonet a la historia

Inmersos en el estudio del siglo XVIII, el Siglo de las Luces, el alumnado de 4º ESO ha podido descubrir en profundidad la figura del insigne ilustrado Jorge Juan y Santacilia. Este ilustre noveldense, nunca suficientemente reconocido en su ciudad natal, fue uno de los personajes del siglo XVIII que mejor encarnó el espíritu de la Ilustración española, convirtiéndose en un gran promotor de la reforma científica.
Jorge Juan fue marino, ingeniero, matemático, astrónomo, viajero, diplomático, espía y promotor de tertulias literarias y científicas. Pasó a la historia de la geodesia por ser el primero en medir la longitud del meridiano terrestre del ecuador y definir la forma exacta del planeta, junto a su compañero Antonio de Ulloa, en la Expedición geodésica a Quito, entre los años 1736 y 1744. Su medición determinó que la Tierra está achatada por los polos.
Como director de la Real Academia de Guardias Marinas desarrolló un sistema de construcción naval propio para la Armada española. Se ganó la admiración y prestigio europeo gracias a sus libros, dedicados a la especulación científica, el saber enciclopédico, la formación académica y la crítica al sistema de gobierno en los virreinatos españoles.
Dominó diversas disciplinas como la ingeniería, la metalurgia, la cartografía, la construcción naval, las matemáticas, la geodesia, etc. y por eso participó en los principales proyectos, convirtiéndose en una de las autoridades científicas que renovaron la Marina española al servicio de los primeros reyes Borbones, Fernando VI y Carlos III. Con muy poco presupuesto, consiguió que la España del siglo XVIII volviera a recuperar el protagonismo y esplendor que merecía el todavía mayor Imperio geográfico. Sin duda fue el modelo de científico y marino del Siglo de las Luces.
Los alumnos y alumnas de 4º ESO pudieron admirar la vida y la obra de Jorge Juan durante las clases de Historia y descubrieron muchos datos interesantes, todos dignos de un guión cinematográfico.
Aprendieron que Jorge Juan y Santacilia nació en Novelda, el 5 de enero del año 1713, en la finca El Fondonet. Descendía de dos ilustres familias: la de su padre Bernardo Juan y Canicia era de Alicante y provenía de la rama de los condes de Peñalba; su madre, Violante Santacilia y Soler de Cornellá, pertenecía a una hacendada familia de Elche. Ambos tuvieron a Jorge, Margarita y Bernardo como hijos en común, pero ya tenían otros de sus anteriores matrimonios.
A los tres años de edad quedó huérfano de padre, estudiando las primeras letras en el colegio de la Compañía de Jesús de Alicante. A los catorce años, recibió el hábito de caballero de justicia de la Orden de Malta en dicha isla, en la religión de San Juan de Jerusalén. Al cabo de un año era paje del gran maestre de la orden, Antonio Manuel de Villena, que le concedió el título de comendador de Aliaga. Para recibirlo, tuvo que haber combatido contra los galeotes turcos y berberiscos, cosa que debió influir en su vocación de marino. En su academia naval obtuvo formación teórica y práctica en matemáticas, construcción de navíos, maniobras militares, artillería, esgrima y danza, entre los años 1726 y 1729.
En 1729, con dieciséis años de edad, ingresó en la Real Compañía de Guardias Marinas de Cádiz. Y, al año siguiente, pasó a la Real Academia de Guardias Marinas, escuela naval militar que tenía como principal objetivo formar a los jóvenes pertenecientes a la baja nobleza en los nuevos métodos de navegación y combate. Las avanzadas teorías de Newton eran divulgadas en esta reserva científica, de la que habrían de salir técnicos muy cualificados para la Armada. Cádiz era
la capital comercial y científica de la España de su tiempo, una puerta abierta a la Europa ilustrada, a las corrientes enciclopedistas y al comercio con América, en una sociedad dieciochesca que se resistía al avance de las nuevas ideas. El mismo Voltaire tenía una casa comercial en Cádiz.
Durante cuatro años, desde 1730 hasta 1734, Jorge Juan alternó los estudios con las operaciones navales en el Mediterráneo. Con veintiún años de edad, finalizaba sus estudios de Guardia Marina, siendo ascendido a subrigadier.
Justo en aquel año 1734, Felipe V recibió la solicitud de su primo el rey Luis XV de Francia, para que una expedición de la Real Academia de Ciencias de Paris formada por Louis Godin, Pièrre Bouger y Charles M. de la Condamine, viajase a Quito, en el Virreinato del Perú. El objetivo del proyecto era la medición de un arco de meridiano terrestre. Fue la llamada Expedición Geodésica franco-española. Esta fue la expedición científica española más importante durante la primera mitad del siglo de la Ilustración.
Lógicamente un arco correspondiente a un radio menor sería más pequeño que el de otro radio mayor, siendo sus ángulos iguales. De estas mediciones se obtendrían distintos valores para los diferentes arcos medidos, que determinarían con exactitud la forma de la Tierra.
Este problema que venía planteándose desde la Grecia clásica, se convirtió en el siglo XVIII en una polémica que duraba casi un siglo, alcanzando el punto de determinar si tenía forma de melón, como decían académicos como Cassini, partidarios además de la mecánica cartesiana, o de sandía, como defendía Maupertius y otros sabios como Newton, Halley y Huygens, apoyándose en la (los cuerpos pesaban menos en el Ecuador), o en las experiencias del péndulo (no oscilaba con la misma frecuencia en diferentes lugares). Contra estos últimos estaba casi todo el mundo, incluida la España ilustrada de Feijóo, y sería la famosa expedición la que zanjaría la polémica a favor de ellos. Y, efectivamente, la Tierra está achatada por los polos.
El rey Felipe V de España autorizó la realización de esta segunda expedición al virreinato. Mediante una Real Orden, el ministro Patiño ordenaba elegir a dos de sus más hábiles oficiales, que acompañasen y ayudasen a los académicos franceses en todas las operaciones de medición. Sorprendentemente eligieron a dos jóvenes guardias marinas: Jorge Juan tenía veintiún años de edad, el otro era el sevillano Antonio de Ulloa, que tenía diecinueve. Habían finalizado sus estudios brillantemente, pero carecían de graduación militar, por lo que se les ascendió al empleo de tenientes de navío.
Desde el primer momento, entre ambos marinos surgió una amistad y comprensión que se prolongó toda la vida, repartiéndose el trabajo según las instrucciones recibidas: Jorge Juan sería el matemático, Antonio de Ulloa el naturalista.
Los objetivos encomendados eran muy diversos: colaborar con los científicos franceses en las mediciones del grado de un arco de meridiano por debajo de la línea del Ecuador, realizar observaciones y redactar informes de todas las medidas físicas y astronómicas, cálculos de longitud y latitud. También elaborar estudios sobre etnografía, náutica, botánica, zoología y mineralogía. Levantar planos y cartas y efectuar descripciones de puertos y fortificaciones de las ciudades. Redactar un informe secreto sobre la situación política y social, así como analizar aspectos que pudieran mejor las condiciones económicas y administrativas de las gobernaciones virreinales y llevar un control policíaco sobre los académicos franceses, dado que toda información que obtuvieran iba a caer en manos de los ministros de Luis XV.
Con todas estas instrucciones partieron de Cádiz el 26 de mayo de 1735.
Lo primero fue determinar un área de trabajo idóneo desde el cual medir una longitud terrestre, base de las triangulaciones. Pero el proceso de medición triangular resultó ser bastante complicado, ya que requería la colocación de señales en puntos determinados tanto en el valle como en lo alto de picos montañosos, algunos a más de 4.000 metros de altura de las dos sierras.
Concluida la expedición, regresaron a la España peninsular en navíos distintos. Jorge Juan llegó al puerto de Brest el 31 de octubre de 1745.Desde allí se dirigió a París para cambiar impresiones sobre su obra. Allí conoció a los célebres astrónomos Marian, Clairaut y La Caille, autores de las fórmulas que tantas veces habían empleado. También conoció a Reaumur, inventor del termómetro, y a otros célebres académicos que, en compañía de La Condamine y Bourguer, reintegrados a sus actividades, le votaron como miembro de la Real Academia de Ciencias de París.
En París, Pierre Bouguer y La Condamine editaron La figure de la terre, en 1749. La comparación de la extensión del arco de meridiano ecuatoriano con la que logró calcular el astrónomo Pierre-Louis Moreau de Maupertuis en Laponia dio como resultado que la figura de la Tierra está achatada por los polos (sandía en lugar de melón) como había sostenido, entre otros, Isaac Newton en el siglo XVII.
Antonio de Ulloa tuvo más dificultades, ya que su fragata fue apresada por los ingleses que declararon la guerra a Francia durante la travesía. Puesto en libertad, vivó en Londres una temporada, y fue miembro de la Real Sociedad Científica.
Tras recopilar toda la información basada en informes, memorias y planos, dividieron sus tareas. Juan se ocupó de los aspectos científicos, mientras que Ulloa se ocupó de la historia, política, geografía y otras cuestiones del virreinato. El resultado final fue una obra con el extenso título Relación histórica del viaje a la América Meridional. Fue publicada de forma conjunta en Madrid, en 1748, tres años antes que la edición francesa de La Condamine, aparecida en 1751.
Un año después de haber publicado Relación histórica del viaje a la América Meridional, ambos científicos publicaron otra obra conjunta, La Disertación histórica y geográfica sobre el meridiano de demarcación entre los dominios de España y Portugal.
Conscientes de que la Armada española estaba anticuada, a finales de 1748, Jorge Juan recibió una misión de espionaje industrial a Inglaterra, los objetivos a cumplir fueron los siguientes:
a) conocer las técnicas de construcción naval, la fabricación de pertrechos, las últimas novedades en instrumentos náuticos, los mapas de los puertos y arsenales ingleses, así como los planos de las naves.
b) interesarse por la organización del trabajo en los astilleros de Deptford, Plymouth y Portsmouth.
c) descubrir la política general hacia las Indias Occidentales y Orientales, el número de barcos listos para navegar, los aranceles y productos comerciales, y los planos de sus posesiones americanas, detallando las defensas.
d) establecer relaciones profesionales con los mejores constructores y artesanos navales para ser contratados en los astilleros reales de España, ocupándose Jorge Juan de todo el proceso laboral desde el punto de origen hasta el destino final de los trabajadores.
e) enviar instrumentos astronómicos de última innovación para formar gabinetes astronómicos.
Jorge Juan zarpó en la fragata inglesa The First August, desembarcando en Londres el 2 de febrero de 1749. En la capital británica tomaba contacto con el embajador Ricardo Wall y Devereux, quien se encargaría de agilizar los traslados de los trabajadores náuticos ingleses hacia el astillero de El Ferrol, pasando por Oporto. Durante su estancia, Jorge Juan fue variando su nombre en clave: Lázaro, George Sublevant, Josues.
Según el Archivo Histórico de Simancas un total de 69 ingleses e irlandeses fueron contratados por el marino para venir a España, profesionales de todo tipo: maestros y contramaestres de construcción, escultores, armadores, barreneros, carpinteros, caldereros, aserradores, herreros e intérpretes.También Jorge Juan pudo adquirir libros, informes, planos, fórmulas matemáticas y dibujos sobre los nuevos sistemas de construcción naval y modelos de arsenales, maquinaria especializada, inventos y avances técnicos, que serían incorporados para su estudio e implementación práctica en academias y astilleros.
Al regresar de la misión londinense, en junio de 1750, Ensenada reconoció la valía personal del marino para la consecución de sus planes reformistas. En el siglo XVIII el transporte marítimo y la defensa naval eran decisivos para el mantenimiento del Imperio y el auge del comercio; el país que disponga de mejores navíos sería el que domine. Conscientes del retraso de España, centraron sus esfuerzos en el desarrollo de la tecnología naval.
Jorge Juan, descontento por el sistema de construcción naval inglés, ideó un nuevo modelo español que sería aprobado por el rey Fernando VI en 1752. Para su puesta en práctica, primero reunió en la Corte madrileña a los técnicos traídos de Inglaterra y a los constructores de los astilleros reales. Durante nueve meses, diseñó y trazó los planos para toda clase de buques y sus diferentes piezas, estableciendo un conjunto uniforme de reglas y redactando el Nuevo método de construcción naval para barcos de todos los tamaños y tipologías.
Por orden del marques de la Ensenada, el método Jorge Juan (sistema inglés) se implantó de modo general en todos los departamentos, imponiéndose en los astilleros de Cartagena, Cádiz, El Ferrol y La Habana.
En 1751, Jorge Juan viajó al Departamento naval de El Ferrol para supervisar los trabajos del Real Astillero y de su nuevo apostadero. Por último, también participó en las obras construcción del Real Astillero de Cartagena y planeó la construcción de una bomba de fuego para el achique de los diques.
Pero, su destino principal fue el que desempeñó como capitán de la Compañía de Guardia Marinas de Cádiz y director de su Academia, desde 1752. Cargos de mucha responsabilidad, donde Jorge Juan puso en práctica un ambicioso proyecto de reforma de la institución que afectaba especialmente a la estructura docente de la Academia de Guardias Marinas. Allí implantó las enseñanzas más avanzadas de la época.
En 1753, junto con Louis Godín, Jorge Juan fundó el Real Observatorio Astronómico de Cádiz. Desde allí, mantuvo correspondencia de sus observaciones con las Academias de París, Berlín y Londres.
También hizo varias visitas a las minas más importantes de España. En 1751 y 1752, estuvo en las minas de mercurio de Almadén, solucionando el problema de la ventilación y acabar con los vapores tóxicos de sus minerales. Su resultado fue el incremento de la producción en más de 6.000 quintales.
En 1754, fundó el Colegio de Guardiamarinas de Cartagena, sito en la Muralla del Mar, actual edificio de los Servicios Generales de la Armada Española. En junio de ese año, fue nombrado ministro de la Junta General de Comercio y Moneda, con el encargo de examinar y mejorar el peso, la liga y la afinación de los metales para la fabricación de monedas.
En 1755, Jorge Juan fundó la Asamblea Amistosa Literaria, en Cádiz considerada como la primera academia científica española. Reunía los jueves en su casa eruditos como Luis Godin, José Aranda, etc… Comentaban y debatían los avances científicos y presentaban a discusión proyectos y memorias. Esta institución pretendía que fuese el embrión de una futura Academia de Ciencias y donde él mismo daba cuenta de sus observaciones. Allí, disertando sobre astronomía, artillería, navegación y construcción, surgió la idea de escribir su gran obra Examen Marítimo, que publicaría muchos años después.
En 1757, fundó el Real Observatorio Astronómico de Madrid. Publicó el primer libro salido de la imprenta de la Academia gaditana, se trataba de su Compendio de Navegación para el uso de los Caballeros Guardias Marinas.
Jorge Juan fue elegido en 1765, y de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
En 1766, Jorge Juan solicitó al secretario de Marina e Indias el cese de sus actividades en Cádiz y el traslado a la Corte de Madrid. En septiembre de 1766, cumplida su labor en Cádiz, cuando preparaba su regreso a Madrid, el rey Carlos III le nombró embajador extraordinario en la Corte de Marruecos para una difícil misión política. Durante tres reinados fue Jorge Juan indispensable para la Monarquía española y otra vez fue elegido como la persona más idónea para efectuar aquella misión: negociar los preliminares de un tratado de paz y comercio.
Partió desde Cádiz, en febrero de 1767, en compañía del embajador de Marruecos en España, con regalos para el soberano musulmán y con una comitiva formada por unas 30 personas. Tras desembarcar en Tetuán, llegaron a Marrakech en mayo de 1676, donde les recibió el sultán. Después de intensas negociaciones, a finales de año se firmó el Tratado de Paz y Comercio entre las Cortes hispana y marroquí. Fue un acuerdo muy favorable para España. Tras seis meses de actividad diplomática, Jorge Juan retornaba a la península desembarcando en Cádiz con la salud muy maltrecha.
En mayo de 1770, fue nombrado por la Corte para la dirección del Real Seminario de Nobles, de Madrid, su último puesto de servicio. Aunque fue una institución educativa, estaba en franca decadencia. Tras la expulsión de los jesuitas, en 1767, contaba con tan sólo 13 alumnos. Con su autoridad moral y su capacidad de organización y trabajo, actualizó los planes de estudios, potenciando la enseñanza de las matemáticas, la astronomía y la física; saneó la economía tras efectuar una total reforma administrativa y docente; completó las Ordenanzas; aumentó el número de profesores competentes y exigió a todos un mayor cumplimiento; todo ello con prudente y sabia dirección. Tres años más tarde, ya contaba con 82 alumnos.
Jorge Juan murió, a los 60 años de edad, el 21 de junio de 1773, en su casa de la plazuela de Afligidos de Madrid. Fue enterrado en la iglesia de San Martín. La noticia de su muerte apareció en la Gazeta de Madrid en su número del martes 6 de julio.
Tras este repaso exhaustivo a la biografía de Jorge Juan y su aportación a la historia europea, el alumnado de 4º ESO A y B se desplazó hasta la Casa-Museo Modernista de Novelda. La extinta Caja Mediterráneo adquirió a finales de la década de los 90 parte del legado del marino. Tras su
catalogación, la entidad dedicó una sala de la vivienda a la exposición de este legado. Recordemos que este museo tiene como objetivo, entre otros, la divulgación de la historia local.
Durante la visita los alumnos pudieron también conocer, de la mano de su presidenta, la labor de la Fundación Jorge Juan. Esta institución se constituyó en febrero de 1996, con el único fin de recoger toda la información posible acerca de su vida y obra.
Tras este reconocimiento a la figura de Jorge Juan, la profesora de historia manifestó a sus alumnos la necesidad de impulsar la figura de este noveldense insigne y poner en valor todo lo que aportó a la historia. Seguro que concienciando a las nuevas generaciones podremos conseguir este objetivo.

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